miércoles, 21 de enero de 2009

Batían sus alas los ángeles, y hacían de mí otra y otra...
¡Basta del terrible dulzor sagitario!
Claromecó. Claromecó misterioso.
Como era de esperarse, me acariciaste y cambié de color.
Como si pudiera mirarte a través de las paredes y encaminarme. Al lado exististe, razonablemente junto a mí, moderado y sin pliegues.
Subo descalza, es un año y otro año, y el pecho se posa sobre mi cuerpo cada vez. El ámbito es el mismo, el color, los climas vertientes. Simultáneo parecer incorpóreo. Tenemos el revoloteo en un párpado, la tejedura ilimitada de la costumbre, esa panzada de anoche como una vela consumida y el amor sin rescate. Puedes venir, y serás como un anzuelo.

lunes, 19 de enero de 2009

debajo del río
la arena
del color que el agua augura.

un pie y otro pie
como remos
de mí encallada
contra el río
de plata oscura.

en la creciente ausencia del salitre,
la insoportable falta de salir al mar.